Según el evangelio de Jesús, misericordia y justicia no sólo no son incompatibles, sino que se requieren mutuamente. La sed de justicia –obra de la gracia– atrae la misericordia de Dios (cf. Mt 5,6), y ésta a su vez genera una justicia nueva que se manifiesta en la misericordia con el prójimo. La propuesta de una misericordia que no genere una auténtica conversión al evangelio, llevando a abrazar una vida según la ley de Dios, es ajena a la enseñanza de Jesús, que comienza precisamente con una llamada a la conversión. Por el contrario, la misericordia de Dios en Cristo se convierte para el hombre en un poderoso principio de vida nueva, que lo capacita para vivir la misericordia según la “justicia de Dios” que Jesús, en su evangelio, invita a buscar con todas las fuerzas (Mt 6,33) . Por ello, para quien vive según el evangelio de Jesús “la misericordia triunfa sobre el juicio” (St 2,13).